martes, 19 de enero de 2010

SUEÑO

Soñé que me llevabas a un cementerio oscuro. Hacía frío. Era de noche y no teníamos abrigo. Sólo había luz blanca en las farolas de hierro, al final y al principio de las cuestas, entre las tumbas apretadas llenas de cruces. Corríamos de la mano casi sin aliento. Hacia arriba. Hacia abajo. Era la noche de todos los muertos y cuando insistía en saber qué hacíamos allí, no parabas de repetir: para escribir hay que sentirlo, ana. Tienes que vivir este momento. Olvídate de lo demás. Intenté hacerlo, pero no podía. Sentía crujir mis huesos helados y el calor de tu mano. Después de muchas cuestas, en sentido contrario y en estampida, aparecieron mis alumnos de 4º de ESO. Disfrazados. De brujas, fantasmas, zombis. Sabía que eran ellos. Por los ojos. Eran los ojos de Lozano, de Juanma, de Cristi, de Sandra… Estaban todos y bailaban a nuestro alrededor. No parabas de reír. Yo te miraba. Empezó a llover y seguiste arrastrándome. Esta vez saltando entre las tumbas, sobre los charcos. Chorreando. Feliz. Entonces dejé de correr y comencé a volar. Era la única forma de seguirte. Mi cuerpo cada vez menos pesado se transformó en cometa. Una cometa brillante y roja con una sonrisa dibujada parecida a mía. Estabas descalzo y eras un niño corriendo por la arena de la playa, deslizándome por el cielo. Era de día. Me desperté.

3 comentarios:

  1. precioso este sueño-cuento, me da la sensacion de que tus alumnos tienen mucha suerte de tenerte como profesora, ^^

    muchas gracias por los animos! en estas situaciones se agradecen un monton de verdad!

    un beso muy gordo Ana!

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  2. ¡Caramba, Ana! ¡Qué relato tan veraz! Adoro esos sueños en los que uno termina volando, libre de la artrosis y el bastón.

    Un abrazo

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