domingo, 31 de julio de 2011

EL SECRETO


La Hermana Marta y la Hermana Nekane eran gemelas idénticas y, desde que sintieron la llamada divina, habían vivido con idéntica devoción su fe: el mismo ardor en el pecho, el mismo temblor en las nalgas, la misma sensación de fin del mundo, boqueando como los peces antes de morir.

Aquella noche, Marta conoció a Jesús. A la tercera copa, la paseó en moto hasta el Puente de los Alemanes y le subió la falda con mano de santo hasta hacerla gruñir.

Cuando llegó a casa, Nekane la esperaba sentada en la cama, con las piernas muy juntas y las manos sobre el camisón.

He conocido a Jesús dijo—, soñé que me atravesaba el alma.

Marta, henchida de gloria, sintió la sangre agolpada donde todo se había vuelto rojo.

¿Vas a contárselo a mamá? preguntó al borde de la clemencia.

No. Será nuestro secreto.

Colaboración con Carla Fuentes

http://www.littleisdrawing.com/#_

Proyecto "Sueños".


HASTA DESAPARECER


El chico estaba desnudo cuando se acercó. Tenía sus mismos ojos. La mirada incisiva de quien dándolo todo todavía guarda secretos en su interior. Era fuerte y peludo. Su cuerpo multiplicado por tres. Al borde de la cama, con la luz de la luna filtrándose por los visillos parecía un monstruo.

Soy tú dentro de muchos años dijo tomándolo en brazos.

Pero si yo no tengo apenas vello.

Crecerá. Uno por cada vez que pienses en él y no esté a tu lado.

¿Y tú cómo lo sabes?

Soy tú dentro de muchos años.

Pero él me quiere.

Se miraron con los mismos ojos, con idénticas lágrimas.

¿Hay algo que pueda hacer para evitarlo?

Dibujar hasta desaparecer.

Y desapareció.


(Regalo para mi querido Guillermo Martín Bermejo en su 40 cumpleaños)

http://poordandy.blogspot.com/

http://guillermomb.blogspot.com/

viernes, 24 de junio de 2011

LA SEÑORA

Siempre llegaba del mercado con dos bolsas gemelas. En una llevaba pescado y en la otra verduras. Decía que era para compensar. Entraba en la cocina, las dejaba sobre la encimera y se dirigía al baño. La escuchaba hacer pis y tirar de la cadena. Luego se desvestía, dejaba las bragas en la cesta de la ropa sucia y llevaba el resto al dormitorio. Lo colocaba todo en su sitio y regresaba desnuda, sólo con las zapatillas rojas, mi regalo de Navidad. Cocinaba durante horas. El olor era tan rico que me relamía todo el rato. Al principio me pareció un poco extraño, pero el sueldo estaba bien y podía estudiar por las tardes. La señora vivía sola, sin pareja, sin hijos y nunca la visitaba nadie. Necesitaba a alguien que atendiera su hogar, que limpiase, recogiese el correo e hiciese las gestiones del banco. El anuncio lo dejaba claro, aunque yo sólo ayudaba en casa. Se despertaba muy temprano y preparaba el desayuno para los dos. El primer día, me preguntó cómo prefería tomarlo y, desde entonces, nunca faltaban magdalenas recién horneadas y café espeso. Tocaba un par de veces a la puerta de mi dormitorio y se sentaba a esperar en el comedor. A los quince minutos exactos aparecía junto a ella con la bandeja que había dispuesto. Cada día se repetía la misma conversación.

¿Un poco de azúcar?

No, Neil, Gracias. Hoy tomaré sacarina. He comenzado una dieta infalible respondía entornando los ojos.

Como desee, señora.

Entonces regresaba a la cocina, cogía el recipiente de la alacena y depositaba dos pastillas en su taza.

Siempre estaba desnuda en casa, excepto por las zapatillas rojas. Tenía un cuerpo espléndido, atlético y bien formado. Los pechos recios y turgentes, el vientre plano y el pubis adecuado, perfilado, sin apenas vello. Cualquier joven de mi edad hubiese encontrado motivos suficientes para insinuarse, pero yo la respetaba. Sólo sentía curiosidad.

Mi único error fue seguirla hasta el mercado. Aquella mañana, como cada viernes después del desayuno, me pidió que fuese al banco para retirar los 300 dolares de mi sueldo semanal. Bajamos juntos y nos separamos en la entrada. Al llegar a la esquina me volví para mirarla. Se bamboleaba como un junco, bellísima, con la falda de flores y la pamela malva. No había persona que no se girase para admirarla. Entonces, la seguí. Nos dirigimos caminando hasta la facultad y esperamos un buen rato al profesor Collins, experto en física cuántica. El viejo la recibió con una sonrisa en los labios y la cortesía que dan los años. Media hora más tarde, la señora salió del despacho sin carmín, sacó un espejito del bolso y se retocó con gracia. En la esquina de casa se acercó un niño con dos bolsas, ella le entregó unos billetes y lo despidió acariciándole la cara. Por la tarde, en la facultad, mi amigo Edwin me felicitó. Había sido el único en aprobar el examen de física cuántica.

Al regresar a casa la encontré tumbada en el sofá, desnuda, leyendo una novela. Me detuve frente a ella, observándola sin decir nada.

¿Todo bien? preguntó al cabo de un rato.

¿Por qué lo hizo?

Perdone, Neil, pensé que no le molestaría dijo cerrando el libro que había cogido de mi estante.

Al día siguiente, me levanté antes que ella y preparé el desayuno por primera vez. Dejé la bandeja en el comedor, toqué dos veces a su puerta y me marché enseguida.

Ahora, a las 2:56, seis horas después del alunizaje, con miles de espectadores esperando mi reacción al pisar la luna, yo sólo pienso en la señora, en sus zapatillas rojas y en el dichoso examen de física cuántica.


Colaboración con Carla Fuentes

http://www.littleisdrawing.com/#_

Proyecto "Sueños".



lunes, 30 de mayo de 2011

EL CONFIDENTE


Soy informático, tengo cuarenta y dos años y una hija de quince. Hace diez que no estamos juntos. Los dos vivimos en la ciudad de la luz, a casi dos mil kilómetros de distancia. Yo, frente al mar, al sur del sur y ella, frente a una torre puntiaguda que no paran de fotografiar. Cuando nos separamos, su madre prometió alejarla para siempre. No le hice caso. He conseguido infiltrarme en su red de contactos. Ahora me llamo Paul y he vuelto a la adolescencia. Soy su confidente. Como mi avatar lleva gafas y lee a Proust, no le pone nada, pero nos reímos mucho. No hay reto que se nos resista. Por su cumpleaños, regalamos miles de bicicletas y adoptamos trescientos perros. Ayer, pintamos la torre de rojo y repartimos crepes de chocolate. Hoy, navegaremos en piragua. Dibujaré delfines en el Sena y una isla a lo lejos. Quizás vengan piratas.


Colaboración para el proyecto "Poscards from Paris"
Collage a cargo de Sara Morante
Vida creada para Ángeles Martínez Corral


sábado, 30 de abril de 2011

ART COOL


En mi barrio, el portal donde se venden los picos se encuentra entre un concesionario de coches de segunda mano y una tienda de electrodomésticos. El joven anciano de los tenis sucios y la cazadora grande se pasa las horas esperando junto al portero automático, hurgándose la nariz, frotándose las manos y buscando razones en los traseros de las señoras que pasean sus carros de la compra para encender otro cigarro. Nadie lo mira, pero hoy ha ocurrido algo extraordinario: cansado de esperar, se ha detenido frente al último invento de LG, aire acondicionado serigrafiado con el beso de Klimt. Ni siquiera un experto en arte ladearía la cabeza con tanto interés.

jueves, 29 de abril de 2010

LIBERACIÓN

Cansado de mi alegre vida social, mi móvil decidió suicidarse.

Las burbujitas del impacto en el agua del váter me revelaron una nueva posibilidad: empezar desde cero.

Aún reconocía la respiración sibilante de mis contactos reclamando auxilio cuando tiré de la cadena.

martes, 27 de abril de 2010

MARIPOSA


Hoy, en ayunas, mientras disparaba la imaginación para elaborar unos micros, una mariposa blanca del tamaño de una mandarina golpeó con fuerza el cristal de la ventana. Al principio me asusté. Pensé que quería suicidarse. Luego la invité a pasar y revoloteó por el salón, posándose en el sofá, el bonsái, los cuadros y el Mazinguer Z. Bailamos. Me solté las coletas, me desnudé y dejé que me cazara. No sé el tiempo que permanecimos juntas, disfrutándonos, deseándonos, ni por qué eligió colarse en el único metro de sol que podía ofrecerle esta mañana… Lo cierto es que cuando decidió marcharse, ningún vecino cotilla espiaba mis temblores.

miércoles, 31 de marzo de 2010

PANDORA

Cuando escucho al hombre del agua, la cerveza y la fanta pasear por la orilla, me imagino que en cualquier momento pronunciará tu nombre. Entonces, atendiendo a mi reclamo, se acercará al sitio que robé para esperarte desde hace días y dejará la nevera azul en la arena, junto a mi ropa. Le entregaré un euro a cambio de una lata. El vendedor lo agradecerá con una sudada sonrisa y seguirá su ronda sin entender el suspiro. Mientras se aleja, me transformaré en Pandora y, repudiando las órdenes de mi creador, haré clic para liberar tus miedos: la vejez, la enfermedad, la locura, la tristeza, la pérdida… Beberé justo antes de que se esfume el deseo.