La sonrisa rota, la cara desinflada y la barbilla doble. Se miró al espejo con los ojos remendados y los párpados caídos. Se acercó un poco más y abrió la boca para contar los huecos y los empastes. Revisó las encías y olisqueo su aliento aspirando el ajo del desayuno. Retrocedió asqueada y recordó que hacía años que no iba al dentista. Después giró el cuello de un lado a otro y se detuvo en su deseada cascada de rizos transformada en un falso moño de laca y horquillas. Suspiró. Bajó la mirada y observó sus manos de lunares y diamantes de mercadillo. Se palpó el cuello y los brazos percherones y las tetas perezosas. Demasiados años fingiendo ser la más bella del reino, pensó. Apretó el trasero agujereado y los muslos celulíticos y dejó de mirarse.
-¡Lola! ¡Tu turno!- gritaron al otro lado de la puerta golpeando la puerta con los nudillos.
-Ya voy- respondió arrastrando las palabras y ajustándose las medias.
-Tu príncipe viene a galope.
-¿El de copas o el de espadas?
-El guerrero, mi hija- matizó apoyando la espalda en el marco- Y por los ojos que trae y la baba que chorrea este viene cargado de bombitas de eyaculación masiva.
-Ya te vale, Manuela- sentenció abriendo la puerta y desatándose el batín floreado. Pues si viene con ganas de guerra, hoy mantengo la tarifa plana. Cien el completo- pronunció remetiendo barriga y atusándose el flequillo.
-¿Tu estás loca? Aquí no paga nadie eso desde que Facundo ganó el pleno al quince e invitó a su compadre.
-Pues de ochenta no bajo- dijo regresando a la habitación y al espejo- Que espabile.
El sonido de unos pasos enérgicos invadió el pasillo.
-No te empecines, loca. Cincuenta o llamo a la nueva- amenazó bajito.
Lola torció los labios, se perfumó rabiosa y comprendió que no valía la pena seguir negociando el precio; sobretodo, sabiendo que aquella maldita novata descolorida, plena de juventud y truquitos varios, había robado el corazón de sus enanos tragones, triplicado las funciones bajo las sábanas e inventado un montón de disparatadas fábulas para hacerle la competencia.
Relato corto. Taller de Escritura. 15 de noviembre de 2008.
(En esta ocasión, el ejercicio consistía en escribir un relato y definir el tono y el registro. El tono utilizado es un tanto irónico En cuanto al registro, decir que diferenciamos dos momentos. El narrador mantiene mayor formalidad y los personajes utilizan un registro más vulgar)
La vulgaridad es un don que se cosecha en canastas tejidas con epitafios, la promiscuidad es otro Don que se diferencia del primero por ser absolutamente intransigente.
ResponderEliminarme encanta ella, la desgastada digo.
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