martes, 16 de diciembre de 2008

AGUJEROS


Desde lo alto del acantilado, en un lugar inaccesible, rodeado de cuevas y con una vista privilegiada de todo el poblado, Miguel pasa las horas pintando de espaldas al viento para evitar que los ojos se le llenen de arena. La corriente es tan violenta que, en el trayecto del bote a la tela, la pintura se seca en el pincel y, en apenas dos brochazos, el lienzo se cubre de polvo y no se ve nada. Pese al esfuerzo, Miguel no se rinde. Con un radiocasete polvoriento, manchado de pintura y casi sin pilas, escucha bajito canciones de Alan Vega mientras añade a la obra un puñado de ramas y piedras tomadas de la orilla del río, la tarde anterior. A pesar del frío, propio del mes de enero, la sequedad se siente en el ambiente y agrieta la tierra sobre la que se distingue un sin fin de termiteros catedrales que sobresalen del suelo a distinta altura. Miguel también se acostumbra a vivir junto a sus propietarias. Incluso decide experimentar con ellas. Entierra un cuaderno sobre el termitero más próximo a su casa y lo esconde durante cuatro meses; el mismo tiempo que permanece en Europa.

-¡Cuidado! ¡Avisad a la reina! Un organismo hostil acaba de destruir la tercera galería de la derecha y ha provocado destrozos en la zona de las larvas- Grita alarmada la jefa.

-¿Es un terremoto?- Pregunta el comandante a su superiora.

-Aún no hemos identificado de que se trata. Reúnan a la tropa, protejan a la reina y preparen las unidades de desalojo.

-A sus órdenes, mi capitana.

Los soldados grandes de ataque comienzan a segregar toxinas pegajosas para ahuyentar al enemigo de camino al compartimiento real. A su paso, las termitas obreras, entretenidas en acicalar y limpiar a las más jóvenes, reculan asustadas tanteando las paredes con las antenas para no perder el control.

-Seguro que otra vez la han vuelto a liar las hormigas- Murmura fastidiada la más hacendosa.

-Qué va…- Responde la más lista- Si hubiesen sido ellas, no se habría derrumbado toda la galería de repente.  Ya sabes que son lentas como caracoles. Tardarían semanas en hacer tantos destrozos.

-Entonces ¿Qué puede haber sido?- Insiste la más vieja -Yo pensé que además de ciega, me quedaba sorda.

-Pues no sé, pero…¿no detectáis un aroma sabroso de ahí arriba?- Insiste la avispada.

-Ahora que lo dices…

De repente, un grupo de alados se acerca contagiado de euforia y batiendo las alas en todas direcciones.

- ¡Aleluya, aleluya!¡Los dioses nos han escuchado!

-¿Qué ocurre? -Preguntan las obreras al unísono.

-El pintor nos ha regalado comida para todo el invierno- Responde uno de los reproductores revoloteando alrededor.

-¿Comida?

-¡Sí! Montones de hojas sabrosas para alimentar a sus altezas reales y a nuestras ninfas…

 Cuatro meses después, Miguel regresa y desentierra el libro. Lo encuentra completamente destrozado y plagado de agujeros y larvas y decide utilizarlo durante los cinco días que dura la ceremonia Dama; un ritual religioso que el pueblo dogón protagoniza para conmemorar el origen de la vida y la muerte y que él, embelesado en la intesidad de sus danzas en trance, no duda en representar en su libro. Las termitas cada día le gustan más.

 Relato. Taller de Escritura. 13 de diciembre de 2008.

(En esta ocasión, el ejercicio consistía en escribir a partir de la visita a la exposición de Barceló en el CACMálaga. ) 



3 comentarios:

  1. por Dios! Es un relato absolutamente entrañable, tiene un poco de esas pelos como Bichos y Antz, y encima nos cuenta algo maravilloso sobre Barceló... Sigo enganchado, y necesito que sigas colgando - contando más cositas...

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  2. El día de mi cumpleaños no podía haber inspirado un relato mejor... ¡es mágico!
    Yo quiero ver el arte, qué digo el arte... ¡el mundo! desde tus ojos.

    PD: ¿No le importará que le llames Miguel en lugar de Miquel?

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